viernes, 16 de diciembre de 2011

De como Eddy la hiena ejerce el arte en La Taberna...

por El Imprescindible Dr. Wong

No esta triste, ni alegre, ni furioso, ni ausente, ni desesperado, ni nervioso, nada de eso.
Eddy se aburre, y el aburrimiento es el peor estado del ser humano, es peor que la muerte, porque cuando nos aburrimos tenemos una clarísima conciencia de la falta de valor de todo lo que nos rodea.
Cuando se aburre, Eddy vive de sus fantasmas o en sus fantasmas, al punto de parecer un fantasma él mismo;  entonces, en el colmo de su aburrimiento, se sienta frente a mí y me mira, lo que para él es como una forma de suicidio…como no logra morirse, sino aburrirse aun más conmigo, se va a su mesa en una esquina desde donde observa el eterno otoño de afuera con un ojo puesto en la puerta de la taberna…desde hace unos días lleva consigo una vieja cámara de fotos, una Lubitel 2 hecha en los años 50 en la Unión Soviética, de aquellas de 120 milímetros que hacían una fotos cuadradas, como para portada de revistas. Parece que trata de distraerse; sé que una vez quiso hacer cine y termino escribiendo contra el cine,  ¿terminara escribiendo contra la fotografía? La cámara tiene un secreto: no trae rollo; pero ver las cosas a través del lente les da otra perspectiva, como un aura…
Dice que esta haciendo fotografía erótica, y después de una hilera continua de negativas ha logrado que La Señora Rolliza le sirva de modelo. Así se ha sentado ella con aire distraído en una de las sillas del salón, una pierna recogida, sostenida por la rodilla con ambas manos, mostrando, entre las telas de sus viejas faldas el molusco hirsuto y hambriento, que abre una boca rosa y violácea apenas visible a las ansias del lente, o levanta un brazo y deja caer el seno generoso y mullido o –Dios del cielo— de espaldas y con la falda agarrada a la cintura, se deja fotografiar un nalgatorio rimbombante, marcado por centenares de sillas, tazas de inodoro,  pasamanos de escalera y donde quiera que la criatura ha posado conciente o inconcientemente su abundante humanidad.
Eddy da vueltas a su alrededor con la cámara ciega en mano, captando para nadie o quizás solo para sí mismo los volúmenes de la tabernera, resaltados o apenas retocados por la extraña iluminación del local, ante la mirada turbia de Kurt el submarino,  una boquiabierta Rosa la afgana, la mas absoluta indiferencia de La Mujer Sombra y yo, que voy dando chupadas a mi pipa de jazmín a cada click del aparato. Hasta que los codos de la señora se apoyan en el viejo mostrador,  su espalda se curva y sus talones se apoyan firmes en la loza. Entonces Eddy, glorioso, con la cámara en una mano y la copa desbordando aguardiente en la otra, aparta las vestiduras como si fueran maleza en el monte, libera el asta trémula y buscona, penetra la carne hirviente en líquidos que gotean y se la apodera a golpes de riñón, mientras hace fotos falsas del público que aplaude.
Diez minutos después, esta sentado frente a mi y me mira, sin decir palabra...
imagen: Egon Schiele

viernes, 23 de septiembre de 2011

Respuesta a la Marquesa de K

Su Excelencia Reverendísima
Doña Fuentes de los Dolores y Milagros de la Dulcísima Caridad
Marquesa de K

Manicomio de Um
Altos Reinos de Siret en las Colinas

Noviembre

Queridísima amiga:

Me pregunta usted si he navegado con suerte, por que lados me ha llevado el viento y la lluvia, como anda mi indisciplinada salud, en que nuevas tormentas naufraga –y me perdona la manida referencia cardiovascular—mi corazón, y como esta "mi" poesía, aquella que compartíamos en las noches mas frescas del verano en las terrazas de piedra donde nuestras amigas  nos regalaban tibios placeres y orejas atentas.

Tengo una infinita confianza en mi mala suerte, ella nunca me ha abandonado ni mucho menos traicionado. En los momentos más difíciles allí está, siempre anticipándose, atenta al más mínimo detalle para no dejar que nada salga bien. La buena suerte, ella, perversa y torcida hasta en la más minima lotería, espera siempre el ultimo momento, el mas precioso para quedarse con los brazos cruzados contemplando la caída.

Recuerdo con nostalgia los tiempos displicentes en vuestros dominios de K; errando entre amplias estancias, vaporosas de hierbas mágicas y licores exóticos que excitaban la imaginación y la entrepierna, como con aquel pintor que usaba la verga como pincel y la tenia de todos los colores, hasta que luego de una fellatio inconclusa de la Condesa de M quedaba lista para una nueva fase de la obra, o como aquella cantante de opera increíble, que solo podía cantar cuando era penetrada por un coro de efebos y cuya voz derivaba hacia el contralto cuando se la sacaban y hacia soprano cuando se la metían; bella época.

Hoy, mi querida amiga, mi estancia de hábito es una glauca taberna en la última ciudad del mundo, donde bebo, como si fuera licor, una especie de combustible para aviones servido, eso si, en finísima copa de cristal de Bohemia, la única del lugar, acompañado todas las tardes de un chino, si mi querida señora, ha leído bien, ¡un chino! Y que se dice Doctor e imprescindible, pero que de vez en cuando saca de su taoísmo tardío alguna frase interesante, que pone a pensar hasta a la Señora Rolliza, la tabernera que me sirve mi licor con los dedos pegajosos de sexo.

En el sentido metafórico del término mi corazón es un satélite de la tierra, usted lo sabe bien, pero a veces llegan expediciones que se instalan sin permiso, ocupan una parcela o dos y después quieren proclamarse propietarias de todo el territorio; el secreto, lo sabe usted bien, es jugar sin hacer ruido, eso si, el juego debe ser excitante, que si no me aburro. Caen por aquí dos hermanas, la una melancólica y sombría, la otra luminosa, son inseparables, y en el fondo de la sombra hierve el agua de una fuente oculta que salta, salpica y quema, y mas allá de la luz hay lagos de paz, se navega en ellos como en medio de una dulce tormenta, y después en la calma el marino sueña con relámpagos. Ahora las veo alejarse, cada vez más fundidas la una en la otra, de lejos ya no percibo quién lleva a quién.

"Mi" poesía, aquella, duerme. De vez en cuando parece que despierta, pero hace frío y llueve y quizás no quiera resfriarse, yo me siento a su cabecera velándole el sueño, voy poniendo a su lado todo lo que necesita para despertar, pero quiero que lo haga sola, sin sobresaltos; le queda una larga marcha, noches de insomnio, borracheras infinitas, sexo sin fronteras y toda la locura de la que sea capaz este humilde servidor suyo; pobres páginas aun blancas, van a perder la virginidad cargadas de iluminaciones disparatadas, metáforas irresponsables, versos rotos; pobre poesía, lo que le espera…

Alzo mi alcohol infame por que uno de estos días volvamos a restregarnos frenéticamente entre la sonata, el poema, el color sublime y el coro de sexos cantores en memoria de la bella época,

Suyo,

Antoine Frederic Auguste Marie Ludovic Zumbado
O como gusta Ud. llamarme cariñosamente,
Eddy, la hiena triste



imagen: Adriaen Brower; Scène dans une taverne

miércoles, 6 de julio de 2011

Haikus

por el Imprescindible Dr Wong

5

la muerte bebe té
simulando un verano
casi azul

6

lágrima regresando al ojo
nadie la ve
camino que ya no existe

7

Aquí fue la casa
otros niños hoy juegan
en sus escombros

10

la casa del silencio
me visita
soy viento en sus cortinas

15

un reloj roto
se oxida el tiempo
en su aguja


miércoles, 15 de junio de 2011

Botellas

por El Imprescindible Dr. Wong


Desde su roca
desnuda
va lanzando botellas al mar
nadie contesta
nunca
pero no importa
avanzando sobre las botellas que flotan
alguien llega a lo lejos...

...

miércoles, 23 de marzo de 2011

Los amaneceres son aquí apacibles

Habla Rosa, la afgana

No importa cual sea la época del año, una vez que entras en la taberna, afuera es siempre otoño. A través de los cristales se ven flotar las hojas, y los ocres y naranjas se superponen al verde y el negro en un raro arcoiris, de una tristeza jovial que solo se ve desde una de estas mesas. Hay una tímida luz que se levanta recortando las siluetas de los edificios, el humo de las chimeneas, tiñendo la niebla de un naranja sucio; algún coche, una corneja sobre un tejado, es lo único que se oye y se ve desde donde estoy amaneciendo.

Adentro, contra un muro cubierto de firmas, de mensajes de amor escritos con palabras de odio, un muro ocre como el otoño de afuera, cuelga una vieja miniatura italiana de poco valor, una torpe copia quizás, donde una pareja de amantes se reclina entre los arbustos bajo la mirada de un tercer participante y a la luz de una luna improbable, que asoma tras las ruinas de un castillo o algo así. Mirado con los torvos ojos del alcohol, el cuadrito nos dio ideas y nos fuimos a hacer la misma foto Eddy la hiena, Humphrey Bogart cuando dice yo no se qué, y yo, Nadiezna Ivanova, que soy rusa y no rumana y solo me acuerdo de ese nombre cuando estoy borracha y nadie me llama Rosa, la afgana.

Pero pasó que en el jardín, entre los arbustos y al fresco de la noche, los muchachos se alteraron y a más de hacer la foto como la del cuadrito italiano –maldito aguardiente de la Rolliza—les dio por hurgar, lamer y rellenar los agujeros de acá una servidora, y mientras uno iba y venia dentro de mí, el otro danzaba, llevando en la cabeza mis bragas a manera de gorro, una especie de solo clásico mezclado con piruetas de circo y luego se intercambiaron varias veces para colmo y satisfacción mía, para qué mentir, hasta que llegaron los gendarmes y salieron disparados dejándome patiabierta y borracha ante la autoridad que procedió a mi arresto como es debido.

Egon Schiele "Femmes renversées"1915 © Graphische Sammlung, Albertina VienneEn el sótano de la comisaría me dieron algunos palos y patadas que dieron buena cuenta de un par de mis penosas costillas a la vez que me mostraron con dedicación y cierta pedagogía como un bastón de policía puede llegar a ser un buen consolador si uno tiene un lubricante apropiado, pero como los pobres no tenían me lo metieron así mismo, es decir resbalando en semen de la Hiena quien, al salir corriendo por la presencia policial, me había dejado medio caliente y ya ves que contra mi voluntad y ante el asombro de los polis me corrí de los mas bien a pesar de mis costillas, lo cual alteró también a mis huéspedes en lo que yo creí que seria el último capítulo de la noche y se pusieron a cogerme el culo con mucho interés profesional.

La taberna abre a las siete de la mañana y la señora Rolliza pone con el café algunos pasteles del día anterior que recupera en una panadería cercana, y ese desgraciado de la Hiena tendría por lo menos que pagarme un café, eso es en lo que pensaba mientras mis piernas me traían a este barrio, a acurrucar mi hambre entre los dos bidones de basura junto a la puerta esperando la apertura. ¿Tienes hambre? Me lo vieron en la cara los tres jóvenes enormes y bastante borrachos, ¿tienes hambre?  Y blandían ante mi cara sus armas de placer, me negué.

No hay que negarse a tres jóvenes borrachos que una se encuentra en la calle una madrugada de palos en comisaría; eso también lo aprendí anoche, sobre todo porque estás deseando que no llegue la policía  a sacarte del paso. ¿Que si tengo hambre? Puedes decir que estás hambrienta cuando lo único que tienes para vomitar  a las seis de la mañana es el semen de cinco tipos.

Está lloviendo, está lloviendo fuerte, muy fuerte, más fuerte; está lloviendo y hay un viento feroz, muy feroz, como si quisiera lavar la ciudad o lavarme de la ciudad, porque las ciudades te van dejando trazas y algunas no se borran, y a veces hace falta una catástrofe, como un incendio o un terremoto o que alguien te olvide; y quizás por eso ahora me siento regresar a mi misma entre el abrazo dulce de la tormenta, mientras la señora Rolliza descorre el cerrojo de la taberna y se abre un universo pequeño y antiguo que promete un café caliente y algunos pasteles de ayer.

imagenes: Egon Schiele