jueves, 23 de diciembre de 2010

Ocupaciones de navidad

Por El Imprescindible Dr. Wong

Vista desde mi mesa, nada se parece más al tiempo…
La Mujer Sombra esta sentada ante una mesita redonda con una pata coja. Además de nosotros, solo hay otro parroquiano en la taberna pero el alcohol le impide saber que hay alguien más. La Señora Rolliza limpia automáticamente la barra con un trapo viejísimo y tararea my men mientras mira a la Mujer Sombra, que ha puesto sobre la mesa una caja de zapatos rebosante de papeles viejos a la vez que bebe lentamente un licor "que sabe azul" por si alguien quiere preguntarle.
Papelitos doblados, papelitos rotos, papelitos pardos, papelitos amarillos, papelitos azules, papelitos blancos, escritos con letra menuda, a veces ilegible, un poco gastada, que la mujer sombra lee, o quizás solo mira con ojos que flotan de nostalgia, que saltan de ira,  que guiñan de lujuria; los saca, los desdobla, los contempla, los ordena en montoncitos, ¿por fecha? ¿por tema? ¿por recuerdo? Después toma un montoncito y lo repasa  y flota y otro montoncito y lo repasa y rechina los dientes y otro montoncito y aprieta los muslos y cruza los brazos conteniendo un erizamiento…
Es víspera de navidad, la tierra está en el mismo lugar que el mismo día el año pasado y el otro y el otro, y el tiempo se mueve en esa misma orbita y no en línea recta como creen muchos, siempre volvemos al mismo lugar, al mismo tiempo, aunque en otro momento, pasamos por donde ya hemos estado y nos da la impresión de que las cosas vuelven y somos nosotros quienes volvemos una y otra vez.
La Mujer Sombra repasa sus estados y rechaza la ira, que el tiempo ha ido puliendo como a un mueble antiguo, y como un mueble antiguo es bella y poderosa pero inmóvil, disfruta la melancolía, larga como el otoño que siempre esta ahí fuera, ocre como esos papelitos del cajón de zapatos, y se deja envolver por las palabras, por el rasgo de la letra, que remeda el gesto de la mano que la escribió, la mano sobre el papel como sobre la piel, los poros, los rincones que se sonrojan al paso de la mano.
Guarda los papelitos de nuevo en su cajón, y mientras toma un sorbo de azul, cruza la sus ojos con los de la Señora Rolliza que la contempla desde detrás de la barra con una mirada lánguida y acuosa como la suya…

jueves, 25 de noviembre de 2010

Un submarino

La Señora Rolliza sirve una cerveza clara y un vasito de aguardiente de la casa. Klaus mete el vasito en la cerveza, el vasito baja hasta el fondo y todo se mezcla. Klaus se bebe aquello de un golpe, mira al techo, se tambalea, se cae de la banqueta, vomita, se tira un pedo y se mea. Queda impreso en el suelo, pálido y frío. La Señora Rolliza limpia todo alrededor de Klaus, casi sin tocarlo. Diez minutos después la gente en la taberna sigue conversando y bebiendo. Klaus se levanta y se sienta, desde su mesa en una esquina lo observa el Hijoeputa. El Hijoeputa dice bajito mi mujer es una puta. Mi mujer es una puta, dice Klaus casi gritando y vuelve a caerse de la banqueta. Se parte una ceja, sangra. El segundo submarino es rojo, Klaus se lo bebe y comienza a llorar.

Hay que comer,  hasta los poetas comen. Yo quería traducir a Dylan Thomas y estoy traduciendo un manual de negocios, yo quería traducir a mi manera y como nadie aquello de cuando llegue el momento, como un sastre de acechantes tijeras/ entregadme que, tímido en mi tribu/ me hallo mas desnudo de amor que la trampa del cadáver/…/ yo, a quien la capa del viento o el abrigo del hielo/ tal vez no logren apresar con un circulo virgen/ en la tumba precisa…y en cambio estoy traduciendo esto otro: lo que se necesita para comenzar este tipo de negocios es básicamente lo siguiente: tome  una maquina de afeitar, regálela o véndala barata, asegúrese de que las cuchillas solo se adapten a su tipo de maquina de afeitar y véndalas muy caras, o invente una impresora, véndala por casi nada, asegúrese de que los cartuchos funcionen solo en ese tipo de impresora y véndalos muy caros, lo mismo se puede hacer con una nueva cafetera si en la publicidad hay un artista famoso y perseguido por las mujeres…

Un submarino. La Señora Rolliza pone otra cerveza y otro vasito de aguardiente de la casa, Klaus se lo toma sentado en la banqueta que se sostiene milagrosamente en dos de sus patas. Se queda mirando fijo los vasos; Un vaso vacío dentro de otro vaso vacío, dice, soy un submarino.

Y se cae de la banqueta.

dibujo: otro submarino

martes, 2 de noviembre de 2010

Por Eddy, La hiena triste*

No escribo. Los meses que llevo luchando con la no-escritura se han convertido en años y yo me he convertido en no-escritor.

Para Borges el tema de Bartleby el escribiente es la soledad, para mi, el cuento de Melville va mas allá, tiene otra dimensión: la de cómo la ocupación hace al hombre, una ocupación triste y gris hace de Bartleby un hombre triste y gris; Bartleby esta diseñado por su condición de pequeño funcionario; el es eso que hace.

Un no-escritor es ese eterno pretendiente con el que la literatura coquetea, al que manipula y con quien de vez en cuando se acuesta, pero sin un proyecto del que dependa la existencia de uno de los dos. Es un escritor furtivo que, agazapado entre los escritos de otros, lanza de vez en cuando uno suyo que queda colgado en el índice de alguna revista literaria. Pero sobre todo, el no-escritor se dedica a la no-escritura, que es el arte de desechar seis de cada cinco paginas escritas, preguntándose levemente para que, o diciéndose como Bartleby "prefiero no hacerlo".

Y no escribir, durante meses o años, incluso no escribir para siempre, dedicándose a sufrir la literatura en lugar de hacerla, solamente superados por esos escritores que no han escrito nunca. ¿Somos lo que hacemos? Los artistas si. Un pintor es sus cuadros o los cuadros que tiene en la cabeza, un músico es lo que suena dentro, un poeta es su verso.

Se me ocurre incluso —en mi afán por llevar las cosas al extremo, de exagerar como única manera de expresar lo mínimo perceptible— algo peor: que la obra es el artista, si, ya se que lo dijo alguien, todo lo que existe ya lo ha dicho alguien, o lo ha escrito alguien y solo podemos repetirlo lo mejor posible.

Quías deberia decirle a mi amigo escultor que su mejor escultura es él mismo, su vida y sus sueños, desgraciadamente esa obra es prácticamente imperceptible para cualquier publico posible e incluso para otros artistas que no puedan comprender que nuestra principal obra de arte somos nosotros mismos; no, no me da la gana de ir a psicoanalista.

Bartleby muere, pero antes ha dejado de escribir, y como no escribe tampoco se alimenta, (¿para que?) Ha dejado de ser.

Vila-Matas ha escrito todo un libro sobre el tema, al parecer un buen libro. Podría leerlo para incluir más elementos, comparar su análisis con el de Borges y darle a este ensayo un mayor vuelo, podría lanzarme en elucubraciones y ejemplos o engordar mis páginas con citas interminables de autoridades en la materia; podría, en definitiva, dejar terminado este ensayo, ustedes me van a disculpar pero, sinceramente, prefiero no hacerlo…


*Desaparecido en La Habana en los años 80 sin que nadie se diera cuenta.
Imagen: Escritura cuneiforme (!?)

viernes, 20 de agosto de 2010

Invención del destino

Por El Imprescindible Dr. Wong

La Mujer Sombra se sienta frente al imprescindible Dr. Wong y le pregunta: ¿Dónde están esos poemas que no he escrito, dónde se han ido?

Si miras en una dirección, dejarás de ver en todas las demás.

El Imprescindible Dr. Wong escribe desde un cansancio que parece milenario, como esas tortugas de Galápagos que ya estaban ahí cuando se inventó el mundo. ¿De donde viene esa fatiga, esa falta de fuerza para asumir un destino? yo creo que es de tanto hacer lo que no quieres, de tanto acudir a donde te llaman en lugar de ir a donde quieres ir; de tanto mirar en la dirección indicada, adecuada, mas útil, la correcta. De eso que se llama la vida cotidiana y que consiste en no estar muerto. Los libros que quiero leer, ¿quién va a escribirlos? es difícil romper el círculo, pero eso es lo que hacemos cuando escribimos, rompemos el círculo.


La mirada del sabio no se fija, la mirada del sabio se posa, como hacen las mariposas-reina de Kuangzung, que parecen tocar la superficie de las aguas dormidas del gran lago, aunque en realidad mueren en pleno vuelo, y como son tan ligeras no caen al agua, sino que se quedan flotando sobre una película de aire hasta que el viento las barre una vez al año. Así es la mirada del sabio. La mariposa tiene que romper el círculo dentro del cual el tiempo gira sobre sí mismo y amenaza con destruirlo todo.


Posa tu mirada entonces fuera del círculo y hazla flotar sobre el tiempo que se escapa, --sabrás que nadie te perdonará tal atrevimiento, pero, ¿no andas buscando tus poemas?—porque allí te conviertes en Mujer Fuente, y tus aguas parten en dos los peñascos y huyen entre los dedos del sediento; entonces verás hacia los lados y hacia arriba y verás sobre todo hacia dentro.


Y te verás, desnuda y en cuclillas sobre un monte, convertida en manantial.


Imagen: Ingres, El Manantial

jueves, 15 de julio de 2010

De la melancolía (fragmento)

Por: Humphrey Bogart cuando dice play it again Sam.

Play it again Sam. Esta taberna es más bien melancólica. Yo creo que por eso venimos quienes venimos, estamos quienes estamos. Es un lugar donde uno puede entretenerse raspando la costra de su mesa con un ganchito; horas. Aquí vienen quienes vienen a destilar su melancolía y a espiar la de los demás. Eddy, la hiena triste, reina entre los melancólicos, con su largo abrigo negro y su sombrero de copa, su eterna bufanda gris que llega casi hasta las rodillas y el aguardiente fatal servido en única copa fina de la taberna, reservada para él, lo bebe como si fuera un Chateau Margaux de 1959, contemplándolo mucho, demorándolo. El siente el placer de la melancolía.

O como nuestro fumador de jazmín, el Imprescindible Dr. Wong, quien, como el mismo dice: el Imprescindible Dr. Wong escribe para su propio placer y no para el placer de otros. La felicidad es un accidente, el placer es un estado, una gracia. El lector tiene que buscar en placer en su lectura, no en la escritura. La melancolía es esencial para la literatura, el amor no; la melancolía es el vaso comunicante entre la forma de escribir y la forma de leer; para revelar el aroma de la melancolía se le puede poner erotismo, hasta sexo, pero no amor, que es como echarle agua al vino. El amor no es literario, o quizás ya no lo es más, queda de él solo una forma alterada de la conciencia, pero hay otras preferibles, como las drogas o el arte*.
La novela es un genero melancólico, aunque se han escrito muy buenos cuentos en ese tono (Salinger) pero la novela tiene más tiempo para dedicarle a ese regodeo en la tristeza que es la melancolía, por eso recurre a largas digresiones que se alejan del supuesto argumento principal, supuesto, porque el argumento verdadero suele ser la digresión misma, o las sucesivas digresiones de un tema que en realidad no tiene ninguna importancia. Yo mismo he escrito múltiples cuentos cortos que son solo voluminosas novelas sin sus digresiones que esperan que yo las escriba algún día. Seguirán esperando.
Porque detrás de lo que se lee, late intensamente lo que no se lee, esa es quizás la esencia de la literatura, como los silencios de una pieza musical, como esas pausas que deciden donde van los sonidos, así es el no-texto. Parece una trampa y lo es, porque todo en el arte es una trampa. No solo está lleno de trampas el camino que nos lleva a algo, a alguien, sino también el que nos aleja de algo, de alguien. Todos los caminos están llenos de trampas, y lo único que podemos hacer es caer alegremente en una u otra, y volver a salir, hasta la próxima. Eso es la vida.

*Hay incluso una alegría melancólica, esa que se siente cuando se está desgraciadamente consciente de que este momento feliz pasará ahora o más tarde y queda colgado en frases recurrentes como “si no fuera por estos momentos” que son como el principio de una despedida, como “nos vamos a morir todos un día”. La alegría melancólica es un insoportable rasgo de responsabilidad.

Imagen: Rick: You know what I want to hear. / Sam: No, I don't.
Rick: You played it for her, you can play it for me! / Sam: Well, I don't think I can remember...
Rick: If she can stand it, I can! Play it!

martes, 29 de junio de 2010

Rosa, la afgana

Por Eddy, la hiena triste*

Esta taberna tiene goteras, al menos una, cae rítmicamente en una esquina del mostrador, dentro de un recipiente plástico que alguien ha colocado allí, como solución temporal, hace algunos años ya. La gotera hace glup, glup, al tiempo que la puerta, con la cerradura rota, golpea de vez en cuando contra su marco y desde el baño sin puerta llega el alegre ronroneo del chorro lanzado por algún ocupante de turno. Del hotelucho contiguo se escuchan a veces chirridos de viejos bastidores mezclados con gemidos sordos; en un antiguo tocadiscos se marea la voz de Betsie Smith.

Hay pocos parroquianos, porque aquí no se permiten las parejas casadas, no hay televisor, esta prohibido hablar de fútbol y se puede fumar, lo que otorga al lugar una paz única, imposible de encontrar en ningún otro lugar del mundo. Por eso llegan poetas perdidos, putas románticas, músicos errantes, iluminados filósofos de café con leche, pintores de un solo color o ninguno, alcohólicos que rechazan el anonimato y tres tipos como Humphrey Bogart cuando dice play it again Sam, el Imprescindible Dr. Wong, y yo, Eddy, la hiena triste.

Nadie tiene dinero, ni falta que hace, porque con lo mala que esta el aguardiente no hay quien se atreva a cobrarla; la Señora Rolliza que por la gracia de Dios atiende el lugar sirve uno a uno los vasos con la mano izquierda, mientras con la derecha entre los pliegues de su amplia falda se sostiene el coño como si se le fuera a caer y es que lo tiene hinchado de tanto masturbarse detrás del mostrador mientras sirve los tragos de sus oscuros clientes. Aquí huele a madera, alcohol y jazmín de la pipa del Imprescindible Dr. Wong.

Pasa por aquí de vez en cuando Rosa, la afgana, que es mas bien rumana, pero le dicen así por el hachís que vende; bella bajo sus harapos como no lo seria en traje de noche, lo suficientemente sobria como para no chupársela a cualquiera por cinco euros y lo suficientemente ebria como para tirarse a un amigo gratis. Pero yo no quiero tirarme a Rosa la afgana, hoy no, solo quiero que escuche mi poema del gatito verde, y que le guste aunque sea, como ella dice, "por el sonido de las palabras" porque no entiende un carajo de castellano.

En algunos días raros, vienen a tomar algo un par de mellizas, la Mujer Sombra y la Mujer Fuente, la primera, de ojos lánguidos, voz quebrada y una camiseta muy vieja que dice "el amor es mi alimento", lee en voz baja melancólicos poemas y a veces termina llorando; "mi hermana tiene ataques de sí misma" aclara entonces la segunda, de rostro iluminado, voz nerviosa y una brillante camiseta que dice "yo lo que quiero es coger" y lee, como si fuera a bailarlos, textos brillantes de una prosa elegante y límpida. Casualmente ahí se van, más o menos cubiertas de la lluvia y la nieve, a buscar cada una lo suyo, pero las dos juntas; nunca se sabe quién se llevará el gato al agua.

Yo estoy todo nervioso como cada vez que tengo público, nutrido esta vez por Rosa la afgana, ella solita, dispuesta a escuchar el poema del gatito verde, que, ahora lo sé, he escrito solo para ella.


*desaparecido en La Habana en los años 80 sin que nadie se diera cuenta…
Grabado: de izquierda a derecha, el Imprescindible Dr Wong tocando una guitarra sin cuerdas; Eddy, la hiena triste, la Señora Rolliza con las dos manos visibles y Rosa, la afgana, esperando por Humphrey Bogart, etc...

viernes, 18 de junio de 2010

La traición de la lectura

Por Humphrey Bogart cuando dice play it again Sam*


El imprescindible Dr. Wong se ha tomado el inútil trabajo de responder a una pregunta sobre la utilidad de las cosas. La respuesta solo puede ser tan estúpida como la pregunta. El Imprescindible Dr. Wong no ha querido responder con otra pregunta o simplemente no responder, que habría sido lo más inteligente.

Nada es útil, como nada es importante; aunque algunas cosas valen la pena, como el vino tinto y las vaginas húmedas; si, ya sé que es una opinión estrictamente masculina, pero suelo ser estrictamente masculino el noventa por ciento de las ocasiones y no tengo ganas de excusarme por ello. La pregunta que no se ha hecho entonces pero que a pesar de ello vale la pena responder es, ¿que es lo que vale la pena?

¿Vale la pena escribir? Solo si vale la pena leer y esto último en el caso de que produzca algún tipo de placer, pero, ¿es esto cierto? ¿Y el placer de escribir? Escribir para no ser leído es un ejercicio de violencia intelectual tal que podría vincularse a los orígenes del misterio de la combustión espontánea de algunos libros (y otras obras de arte) como le sucedió a nuestro amigo Eddy, la hiena triste, a quien se le iban quemando las líneas de El Proceso mientras las leía. Eddy terminó con las manos y la cara cubiertos por una áspera capa de hollín, bajo la cual dejaba ver una sonrisa estúpida.

Leer es traicionar un texto, el texto. Por eso todo esfuerzo literario se construye en la escritura y se destruye al leerlo, pero ese es su destino. ¿Vale la pena escribir un texto que nunca será leído desde el ángulo, el minuto, en que ha sido escrito; desde una zona de placer o gozo diferente a la del autor, desde otra experiencia? El texto se quema al ser leído como la guitarra de Jimmy Hendrix al final del concierto de Monterrey en 1967.

Y solo queda el placer.


*pronto conoceremos a Eddy...

martes, 8 de junio de 2010

Contra la utilidad de las cosas



Por El Imprescindible Dr. Wong*

Perdíamos alegremente el tiempo cuando alguien pregunto: ¿y cuál es la cosa más útil del mundo? Humphrey Bogart cuando dice play it again Sam miro al techo sosteniéndose el sombrero, Eddy la hiena triste apuró su vaso de aguardiente y se hizo un silencio de piedra. El Imprescindible Dr. Wong miró al preguntón con los ojos cerrados, aspiró profundamente su pipa y habló, como siempre lo hace cuando habla de sí mismo, en tercera persona: el Dr. Wong cree o piensa o quizás solo imagina que alguien se pasea con un violín sin cuerdas, porque ama el violín pero ha renunciado a tocarlo, por lo que las cuerdas no le sirven, ¿le sirve el violín? Solo si llevarlo así de un lado para otro es fuente de placer en sí mismo.
Lo útil, continuó el Imprescindible Dr. Wong entre bocanadas de jazmín, es algo que sirve para conseguir otra cosa que no sirve para nada, como las cuerdas de ese violín, que sirven para hacer música; ya se sabe que el arte no sirve para nada y en eso descansa su mayor virtud, porque solo las cosas inútiles producen placer. Pensar en estas cosas cansa mucho al Imprescindible Dr. Wong que prefiere pensar en mujeres desnudas mientras fuma jazmín en su pipa y escribe haikus que va dejando en los posavasos de los cafés y en las puertas de los baños públicos.
El Imprescindible Dr. Wong volvió a mirar con los ojos cerrados al preguntón y le dijo: el Dr. Wong cree o piensa o quizás solo imagina que no eres poeta, porque a los poetas les interesa bien poco la utilidad de las cosas, solo les interesa la belleza, que odian, y tratan de destruir sistemáticamente a golpe de metáforas. Los artistas viven de placer, por eso todo arte es masturbatorio, todo poeta busca en sí mismo la libido literaria, y cuando no la encuentra le pasa lo que acá el amigo Eddy, la hiena triste, a quien no se le levanta la escritura hace meses y se esconde para que nadie se dé cuenta de que ha desaparecido.
El Imprescindible Dr. Wong le regalaría un violín sin cuerdas a cada una de esas personas tan serias y ocupadas que ves por ahí, todo el día trabajando, todo el día haciendo cosas útiles y buenas, tanto, que se les ha olvidado el arte antiguo de perder el tiempo, no de hacer las cosas como quien ve llover, sino de sentarse, relajada y despreocupadamente, a ver llover…



*El Imprescindible Dr. Wong fuma jazmín en pipa, mira con los ojos cerrados y siempre que habla de sí mismo lo hace en tercera persona.
Grabado: Chinos fabricando tinta en el siglo V, para que después la gente escriba cada cosas...

martes, 1 de junio de 2010

¡A la mierda los objetivos! o para qué se abre esta taberna

Por Humphrey Bogart cuando dice play it again Sam*

Hace años me propuse escribir; ¿me propuse escribir o salio así, solo, por inspiración? Ya no me acuerdo, lo que se es que lo he intentado, lo intento, ¿lo intento? El problema está, quizás, en los objetivos. Un poeta decía que cada hombre debe tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro. Lo dijo en el siglo diecinueve, el siglo de los objetivos. Desde entonces creemos que todo debe tener un objetivo, incluso la vida, un objetivo para darle sentido a la vida.

No hay nada tan estúpido como proponerse algo. La esclavitud de los objetivos es la peor, tanto cuando los cumples, porque entonces crees haber tenido razón en proponértelos, como cuando no los cumples, porque entonces quedas como endeudado para siempre con ellos. Yo podría haber sido escritor, y no lo soy precisamente por habérmelo propuesto. ¿Cual es el objetivo, escribir o ser escritor? Ninguno de los dos es bueno.

El asuntito ese del sentido de la vida ha estado siempre en el origen de las religiones, el arte y las mas diversas formas de pensamiento. Porque cuando la gente se pone a pensar empiezan los problemas. El pensamiento hace mas daño que el cigarrillo, pero no esta prohibido porque solo se prohíbe lo evidente.

Volvamos a los objetivos. En cada etapa de la vida uno se propone algo o le proponen que se proponga algo, y para eso te educan, o sea te meten en un molde igualito a los otros moldes donde meten a la gente de tu misma edad para que salgan todos correctos, es decir, iguales. Hasta que en la vejez, cuando lo único que puedes proponerte con toda certitud es morirte, alcanzas a ver aun de lejos a tus objetivos sacándote la lengua y rascándose los cojones.

Escribir no puede entonces tener ningún objetivo porque se supone que uno lo hace por placer, porque el placer es el ingrediente que le da a las cosas su verdadero gusto, su sabor particular; solo el placer es válido, y todo lo que se convierte en objetivo deja de ser placer.



*Humphrey Bogart cuando dice play it again Sam, es una manifestación del Imprescindible Dr. Wong que puede también llamarse Eddy, la hiena triste, en cuyo caso se trataría de un homenaje.